Edificio Ros
El edificio Ros se levanta en un solar en esquina con el frente de menor fachada sobre la calle San Vicente, en pleno centro histórico, pero en su parte renovada e intervenida. No extraña que, dada su céntrica ubicación, en el inmueble –entremedianeras y de 10 plantas- cohabiten los usos de locales comerciales, oficinas y viviendas, mezclándose estos dos últimos en diferentes niveles. De hecho, las plantas se resuelven con una geometría reticular que sitúa los pilares de la estructura metálica donde conviene a la distribución de hasta 3 viviendas por planta y que permite la diafanidad o subdivisión del espacio según las necesidades de despachos.
La mayor aportación de esta obra al panorama valenciano reside en los aspectos compositivos exteriores que reciben influencia directa de las corrientes contemporáneas europeas que propiciaban la variedad formal, tipológica, de materiales y de adaptación a la cultura del lugar, como premisas necesarias para superar las más frías y distantes obras del movimiento moderno en exceso descontextualizadas. Esta flexibilización de criterios quizás fuese resultado de la participación de sus autores en las obras del Colegio Alemán (1958-61), donde trabajaron profesionales de aquel país.
Los elementos más interesantes son el juego de volúmenes de las fachadas y sus diferentes tratamientos. Por un lado, la fachada de mayor longitud (nordeste) se configura como un mirador -perforado por la serie de ventanas verticales- sobresaliendo del plano de la alineación. Mientras, la fachada menor (sureste) se organiza por estratos horizontales donde los planos se retranquean y adelantan para ampliar las terrazas de los salones. Los juegos de alternancia de contrarios en tanto que compensación de superficies y volúmenes (opaco y transparente, pesado y ligero, lleno y vacío) o de texturas materiales y lineales (aplacados en muros y pilastras, gresite azul en entrepaños, perfilería de hierro en carpinterías y barandillas o vidrios en ventanas y antepechos), aportan mayor riqueza por la concreción constructiva de la arquitectura.
Andrés Martínez Medina
La mayor aportación de esta obra al panorama valenciano reside en los aspectos compositivos exteriores que reciben influencia directa de las corrientes contemporáneas europeas que propiciaban la variedad formal, tipológica, de materiales y de adaptación a la cultura del lugar, como premisas necesarias para superar las más frías y distantes obras del movimiento moderno en exceso descontextualizadas. Esta flexibilización de criterios quizás fuese resultado de la participación de sus autores en las obras del Colegio Alemán (1958-61), donde trabajaron profesionales de aquel país.
Los elementos más interesantes son el juego de volúmenes de las fachadas y sus diferentes tratamientos. Por un lado, la fachada de mayor longitud (nordeste) se configura como un mirador -perforado por la serie de ventanas verticales- sobresaliendo del plano de la alineación. Mientras, la fachada menor (sureste) se organiza por estratos horizontales donde los planos se retranquean y adelantan para ampliar las terrazas de los salones. Los juegos de alternancia de contrarios en tanto que compensación de superficies y volúmenes (opaco y transparente, pesado y ligero, lleno y vacío) o de texturas materiales y lineales (aplacados en muros y pilastras, gresite azul en entrepaños, perfilería de hierro en carpinterías y barandillas o vidrios en ventanas y antepechos), aportan mayor riqueza por la concreción constructiva de la arquitectura.
Andrés Martínez Medina